Aunque el norte grande, con la presencia del desierto de Atacama, es una de las tierras más áridas del mundo, ha sido habitada durante unos 11.000 años. Culturas como los chinchorros, tiwanakus, aymara, quechua e incas, son algunos de los protagonistas de un rico legado cultural.
Ubicada entre el océano Pacífico y las enormes cumbres de la cordillera de los Andes, la región de Arica y Parinacota alberga una impresionante variabilidad climática con diferentes zonas ecológicas, que reciben también el nombre de pisos ecológicos o climáticos: la costa y los valles costeros, la sierra o precordillera y la puna o altiplano.
Cada piso ecológico tiene condiciones ambientales particulares, como temperatura, humedad y altitud , y una fauna y vegetación únicas. Lógicamente, también estas condiciones permiten actividades productivas diferentes, ya sea ganaderas, agrícolas, pesqueras o mineras ¿En qué influyó esto para el poblamiento de estas tierras? Que en cada piso ecológico se desarrollaron diferentes culturas y que varias de ellas comerciaron entre sí o bien ocuparon diferentes sectores, con el fin de obtener variedad de productos de los diferentes pisos ecológicos. La historia del poblamiento de esta zona comienza con el llamado Hombre de Acha (9000 – 7000 a.C.), que usó territorios entre el desierto y la costa. Tuvieron una economía mixta, explotando tanto recursos marinos (buceo, pesca y caza) como terrestres (caza de animales), lo que deja en evidencia una complementariedad costa-valle, aunque sus campamentos más estables se ubicaban en la costa.
Se cree que este pueblo fue el precursor de la cultura Chinchorro (7000 – 1500 a.C.), conocida mundialmente por poseer las momias más antiguas del mundo. La vida de los chinchorros dependía de los recursos que les entregaba el mar a través de la pesca, la caza y la recolección.Se cree que alrededor del 5000 a.C. comenzaron a desarrollar una complicada técnica de momificación artificial de sus muertos. Las momias fueron variando en técnica y complejidad con los años, pasando de verdaderas efigies o estatuas funerarias, a simplemente cubrir los cuerpos con una capa de barro. Ya hacia el 1500 a.C., abandonaron este rito funerario por completo, por motivos que aún se desconocen.
Los grupos Azapa (1400 – 600 a.C.) fueron herederos de la tradición de los antiguos pueblos costeros y mantuvieron su base económica en los recursos que les proporcionaba el mar, pero dieron también los primeros pasos en la agricultura, incorporando a su dieta algunos productos como la achira y el ají, que cultivaron en pequeña escala. Abandonaron las antiguas técnicas de momificación artificial, enterrando a sus muertos en fosas que sellaron con esteras y arena, utilizando a veces palos verticales como señalizadores.
Otro grupo que comenzó con agricultura a pequeña escala fue Faldas del Morro (900– 500 a.C), aunque también basaban su economía en la recolección de productos del mar y vegetales. En estos grupos apareció la primera cerámica de la región, que en sus inicios no era de buena cocción y contenía elementos vegetales y restos de conchas que las hacían frágiles. Además, en esta época empezó a popularizarse la práctica de inhalar polvos psicoactivos por la nariz, lo que se evidencia en la aparición de elementos como tabletas y tubos de madera. Esta práctica ritual posteriormente se hizo muy extendida y está vinculada al culto chamánico.
La población Alto Ramírez (600 a.C. – 500 d.C.) se instaló en la costa desértica y valles del Norte Grande, en lugares donde la existencia permanente de agua permitió la agricultura. Llevaban una economía mixta, combinando la agricultura, la recolección de vegetales y de moluscos, la pesca y la caza de animales marinos y terrestres. Su desarrollo estuvo fuertemente marcado por las influencias ideológicas y tecnológicas que llegaron desde el altiplano, lo que se demuestra principalmente en las imágenes que decoraban sus textiles. Adquirieron un alto nivel de destreza en la fabricación de estos, incorporando por primera vez diseños, tanto geométricos como figurativos. También realizaron una fina cestería decorada con motivos geométricos. Siglos más tarde, hace aparición la Cultura Arica (1000 d.C. a 1532 d.C.), que dio origen a las grandes aldeas y caravanas. Se encontraban en los valles occidentales en el actual Mollendo en Perú hasta Taltal en Chile, aunque principalmente se concentraron en los valles de Azapa y Camarones. Vivían en grandes aldeas, algunas con más de un millar de recintos. Muchas de estas aldeas eran amuralladas, conocidas como pucarás. Ocuparon la costa, valles y sierras, lo que les permitió una complementariedad de recursos. Los bienes producidos eran parte importante de la red de tráfico de caravanas que tenía un gran desarrollo y para lo cual se criaban llamas en el sector de la sierra. En esta época se ampliaron los terrenos de cultivo, los cuales presentaron un complejo sistema de regadío basado en cultivo en terrazas. En la costa destacó la innovación de la balsa de Tres Palos, que permitió pescar peces de profundidad como congrios y tollos.
Casi en paralelo a la Cultura Arica se desarrollaron los Señoríos Aymara (1200 – 1438 d.C), existió colaboración e intercambio entre ellos, pero también tensión, lo que se reflejó en la construcción de pucarás o aldeas defensivas. Estos reinos altiplánicos o señoríos aymaras llegaron desde las inmediaciones del lago Titicaca, extendiendo sus dominios hacia las regiones contiguas de Arica y Parinacota y Tarapacá, así como también hacia los valles del extremo sur del Perú. Los reinos vinculados a la zona de Arica fueron el Lupaqa, el Pacaje y el Caranga. Basaron su economía en la agricultura y ganadería, aprovechando los diferentes pisos ecológicos y productos que les proporcionaba la sierra, los valles y la costa. Coincidentemente con el desarrollo de los Señoríos Aymara, en el área del Cusco se consolidaba el reino de los incas, que llegó a conformar el gran Imperio Inca (1470 d.C a 1536 d.C.), cuya estrategia política y guerrera fue tan eficiente que controlaron desde el sur de Colombia hasta el río Maule en Chile, territorio llamado Tawantinsuyu y que comprendía cuatro grandes provincias o suyus que dividían el territorio. Las tierras que actualmente comprenden parte de Bolivia, el noroeste de Argentina y Chile hasta más al sur del río Maule, formaban el Collasuyu. La expansión del Imperio Inca trajo un nuevo orden social, económico e ideológico a lo largo de los Andes, que resumió los avances tecnológicos de culturas andinas de varios milenios anteriores. En lo económico y social, consiguió el favor y colaboración de los caciques o señores locales por medio de regalos, de esta manera, establecieron compromisos y lealtades de la comunidad para trabajar en sus proyectos. Explotaron toda la variedad de recursos económicos que ofrecía esta región: de la costa de Arica y sus inmediaciones, obtuvieron guano y pescado seco; en los valles de Lluta y Azapa potenciaron los terrenos agrícolas cultivando maíz y ají; en la sierray altiplano desarrollaron la ganadería de camélidos y el cultivo de especies de altura como la papa y la quínoa.
Pero todo cambió con la invasión y colonización europea-española en el siglo XVI, lo que provocó profundos cambios en las sociedades indígenas andinas, en todo orden: demográfico, ideológico, religioso, político y económico. En 1503 el Rey de España creó el sistema de encomienda, a través del cual se entregaba a los conquistadores, en reconocimiento a su labor, contingentes de pueblos indígenas para servicio y beneficio de la Corona de España, a través del tributo. La encomienda estableció nuevas normas en la relación de trabajo entre la comunidad indígena y los conquistadores y dejaron fuera los principios de reciprocidad y redistribución que caracterizaban las relaciones sociales en el mundo andino.Los indígenas se vieron obligados a realizar trabajos de servidumbre y a destinar parte de su producción al mercado, para poder obtener el dinero que necesitaban para pagar los tributos y las deudas que les imponían. Las condiciones de explotación económica y de desarraigo social y cultural a la que estaban sometidos los indígenas en la Colonia, fueron las causantes de numerosas rebeliones ocurridas en todo el virreinato del Perú, siendo la más conocida la encabezada por Tupac Amaru en 1781, cuya fama se extendió por todo el territorio y se convirtió en una especie de figura mesiánica. A pesar de la desarticulación de las culturas indígenas, desde la época colonial española hasta el presente, se ha forjado una nueva tradición, una cultura mestiza que refunde valores de ambas fuentes en tecnología, sistemas de creencias y de organización política y económica.
Relatos Turísticos Patrimoniales / Arica y Camarones Instituto del Patrimonio Turísticos Universidad Central de Chile