La obra se sitúa en el año 1934 en el Hotel Crillón donde se hospeda Amanda Labarca, la noche previa a la ceremonia de firma de la ley del voto femenino en Chile, a la que había asistido particularmente desde Nueva York, bajo el cargo de Embajadora ante las Naciones Unidas.
Amanda Labarca, dirigida por Manuela Oyarzún y protagonizada por Ximena Rivas destaca por la forma en la que se desenvuelve la personalidad de su protagonista, profesora, feminista e intelectual, clave en la lucha por los derechos femeninos en Chile y latinoamérica, además de sus ambiciones y conflictos a partir de un evento fundacional: La ceremonia de firma de ley que habilita el voto femenino en Chile. Es a raíz de este evento en el que se desenvuelven -en formato monólogo- conversaciones con personajes de la historia que, aunque no están presentes físicamente, tienen una voz que se logra manifestar de manera muy clara y juegan un papel fundamental para la trama, que también es un trozo de nuestra historia como país.
La obra cuenta con un inteligente guión a cargo de Isidora Stevenson, capaz de despertar sensibilidad, crítica y reflexión, además de jugar con los tiempos y los espacios narrativos, pasando por las facetas internas del personaje, como también su relación con los acontecimientos y personalidades que acompañan este momento a través de conversaciones telefónicas.
MÁS DE UNA VOZ
Si bien la obra se desarrolla en formato monólogo, el guión y la brillante interpretación de Ximena Rivas logra traer magistralmente “las voces” de otros personajes, aunque estos no estén presentes, ni sonora, ni físicamente. Dejando en el público la sensación de estar asistiendo a una obra con varios personajes e interacciones tan bien logradas que significan un gran aporte a la trama, entregándonos contexto político y social de Chile y el mundo de los años treintas.
En la obra, Amanda Labarca mantiene conversaciones con Elena Caffarena, gran y antigua aliada de luchas por los derechos de las mujeres, académica feminista con fuerte conciencia social que realizó enormes aportes para las mujeres de la época (y por qué no, las actuales). Un personaje que a ratos pareciera ser la ausente protagonista de este monólogo, el cual desde la interacción con Amanda Labarca, logra revelar su relevancia tanto en la historia del país como para la obra.
Elena Caffarena fue una de las 2 redactoras del proyecto de ley que les permitiría a las mujeres votar en todas las elecciones bajo el gobierno de Pedro Aguirrez Cerda (1938). Sin embargo, con la muerte prematura del Presidente, el estatuto legal de la mujer permaneció intacto. Fue 10 años después, el Presidente Gabriel González Videla, aceptó firmar el decreto que le otorgó pleno derecho a voto a la mujer, aunque tal decisión nada tuvo que ver con los esfuerzos del mandatario, sino más bien con la lucha de las mujeres y la gestión de Pedro Aguirre Cerda. De hecho, Elena Caffarena, no fue invitada a la ceremonia que tuvo por motivo la celebración de la aprobación del decreto, y tres días después del acontecimiento, el gobierno le suspendió sus derechos civiles bajo el alero de la llamada “Ley Maldita” que prohibía el derecho a voto de los integrantes del Partido Comunista. (Ref: Memoria Chilena)
Amanda Labarca, inclinada por la postura de la institucionalidad como camino para los avances futuros de las mujeres, intenta mediar la postura y visión de Elena Caffarena y el entonces presidente Gabriel Gonzales Videla mediante conversaciones telefónicas y algunos quiebres narrativos que nos llevan a relatos de su inconsciente rico en poemas y reflexiones. Cabe mencionar la polémica figura de Gabriel Gonzales Videla, presidente de Chile entre 1946 y 1952 -a quien Neruda había escrito “El pueblo lo llama Gabriel” durante la campaña electoral- y que impone la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, llamada también “Ley Maldita”. Esta ley, nacida bajo el signo de la Guerra Fría y el anticomunismo macartista imperante en Estados Unidos, declaraba la ilegalidad del Partido Comunista, así como un sinfín de restricciones a las libertades individuales, sindicales y de prensa. (Ref: Memoria Chilena)
LA OBRA QUE NECESITÁBAMOS
La obra Amanda Labarca, rápidamente logra conectar con el público, ya que si bien nos habla de un evento sucedido hace al rededor de 900 años, también nos entrega contexto y reflexión de los acontecimientos actuales que nos atraviesan como sociedad y país.
La obra cuenta con bellos y artísticos quiebres llenos de literatura y potentes líneas con mensajes muy pertinentes a la actualidad, claramente de la mano de una enérgica interpretación y dirección que logra captar la atención y emocionar hasta las lágrimas a más de un espectador.
Repasar y tener en cuenta nuestra historia en el contexto mundial, los derechos ganados y los avances para tantos grupos marginados, es una forma de traer a la conciencia que mucho de lo que hoy nos parece lógico, en algún momento no lo fue y hubo que trabajar durante muchos años para llegar al punto que nos toca hoy, y desde ahí nos interpela el cómo abordamos responsablemente el futuro de nuestra sociedad.
Una obra que sin duda te dejará mucho en que pensar, no solo por el excelentemente logrado monólogo, sino también por el aporte del lenguaje teatral que sumó en gran parte a crear esta atmósfera de reflexión, de la mano de un guión que hace pequeños y agudos guiños a la actualidad, junto a la complicidad con el público de parte de Ximena Rivas, que logra transmitir emociones e ideas, como también la confusión de un personaje que se juega el cómo quiere ser recordada para la posteridad, lo cual fácilmente nos permite conectar y reconocernos como un país atravesado por diferentes sucesos duros y graves que pueden dar hoy una explicación a tantos eventos, en Chile como el mundo, que muchas veces parecen no tenerla.